Vecinocracia

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viernes, 27 de abril de 2012

Sumando al taller de Hacer Ciudad (Rama rabioso lee el diario)

Hola amigos! Sumando a todas los cosas que estan dando vueltas dentro de hacer - ciudad. 
El dia de hoy el juez Lorenzetti ordeno al gobierno porteño darle vivienda digna a Sonia Quisbert Castro y su hijo con discapacidad, ambos bolivianos, y en torno a eso se toca nuevamente desde los medios el tema del el conflicto de vivienda, pienso que desde la idea de generar  nuestros relatos de la ciudad.,
Aca les dejo una de las miradas, que creo nos sirve más para poder trabajar.
Me parece importantisima la resolucion de la corte, por que imagino que es un fallo sin precedentes, si estoy equivocado haganmelo saber.
Abrazo fuerte.
Rama
PD: Los comentarios: por Dios! Se que es una obviedad, pero no puedo evitar la indignacion.

Nota del Diario La Nación

Notas sobre La situación de la clase obrera en Inglaterra (Engels, 1845)


Notas sobre La situación de la clase obrera en Inglaterra (Engels, 1845)
El nuevo proletariado inglés, a diferencia del campesino de la etapa anterior (producción domiciliaria), no tiene relaciones de subordinación fijas: no hay lealtades sino contratos eventuales entre dos partes, una que compra y otra que vende libremente fuerza de trabajo.
  • ¿La libertad de vender su fuerza y su tiempo es para los obreros únicamente la ausencia de garantías respecto de su supervivencia y la imposición de nuevas formas de explotación? ¿Hay algo más que se libera en ese paso?
  • Hoy, ¿cómo juega la “libertad” de vender la fuerza de trabajo? ¿Qué “libertades” son deseadas?
·         ¿Cómo pensar el retorno al trabajo domiciliario o independiente como figura de la libertad? (“manejo mis tiempos”, “trabajo para mí”).
·         ¿Cuáles son las incertidumbres que aparecen hoy organizando la vida urbana? ¿Cuáles son las formas de “gobierno” de esas incertidumbres? ¿Puede hablarse de la existencia de solidaridades de diferentes tipos en el intento de vivir en la incertidumbre?

Engels  muestra el desarrollo de las comunicaciones y los transportes de acuerdo a las necesidades del capital. Esto implica una transformación en las relaciones con la naturaleza, que aparece casi exclusivamente como recurso (minas de carbón, recursos hídricos, y, más adelante, el tema de la contaminación en los centros urbanos).
·         ¿Qué relación hay entre la relación con la naturaleza hoy y las nuevas formas del capitalismo? Más allá del “modelo extractivo”, se pueden pensar también otras formas de producción de la vida -criaderos (producción en serie de vida y muerte animal), transgénicos- como parte de un modo de relacionarse con la naturaleza. ¿Un modo o varios?
·         La cuestión ambiental se vuelve un terreno de disputa político. ¿En qué términos? ¿Cómo lo recuperan las agendas estatales?
Pensando la cuestión del cuerpo: los obreros de Engels son puro cuerpo, cuando se habla de “fuerza de trabajo” se habla literalmente de músculo que se contrae y energía humana que se gasta. Los obreros comen, duermen, trabajan, defecan. Es impactante la mención a los cerdos, o las metáforas de bestialidad. (Llama la atención que la descripción toma siempre a los proletarios como objeto: son cuerpos amontonados, harapientos. Dice haber recorrido sus viviendas, pero no releva ningún testimonio, ninguna conversación escuchada.)
·         ¿Qué corporalidad tiene el trabajo en las condiciones de explotación actuales? ¿Cómo se gasta la energía humana hoy? ¿Qué energías se movilizan y para qué?
La aparición del proletariado como clase está determinada por transformaciones técnicas y productivas, pero de ahí Engels hipotetiza sobre el pasaje al proletariado como capacidad de acción política. No dice nada respecto de qué política, sólo abre la idea de la capacidad: “En adelante, quien naciera obrero no tenía otra perspectiva que la de ser un proletario toda su vida. Por lo tanto en adelante -por primera vez- el proletariado era capaz de emprender acciones autónomas”.
Respecto de la vivienda y la producción de la ciudad obrera, algunos fragmentos:
Es cierto, la disposición inicial de ese barrio era mala, no se podía sacar gran utilidad de ella; pero, ¿han hecho algo los propietarios de casas y la administración para mejorarla cuando se han puesto a construir allí? Al contrario; donde todavía había una parcela libre se construyó una casa, donde quedaba una abertura superflua se la cercó; el aumento en el valor de los bienes raíces ha corrido parejo con el desarrollo industrial y, mientras más se elevaba, más frenéticamente se fabricaba, sin consideración alguna por la higiene o la comodidad de los inquilinos, según el principio: Por inconveniente que sea una casucha, siempre habrá un pobre que no pueda pagar una mejor, siendo la única preocupación la de obtener la mayor ganancia posible. Pero, ¿qué quiere usted? es la antigua ciudad, y con este argumento se tranquiliza la burguesía.
Sacado de contexto, el siguiente párrafo, ¿no podría servir para pensar algo de la producción actual de torres? ¿Para quién se produce el suelo como mercancía hoy?
Más tarde, se comenzó a adoptar otro estilo de construcción que ahora es más corriente. No se construyen cottages obreros aisladamente, sino por docenas, incluso por gruesas: un solo empresario construye de un golpe en una o varias calles. Las construcciones se hacen del modo siguiente: una de las fachadas (cf. el croquis) comprende cottages de primer orden que tienen la suerte de poseer una puerta trasera y un pequeño patio, y producen el alquiler más alto. Detrás de los muros del patio de este cottage hay una calle angosta, la calle trasera (back street), cerrada en los extremos, y a donde se llega lateralmente ya sea por un sendero estrecho, ya sea por un pasadizo cubierto. Los cottages que dan a esta callejuela pagan el alquiler más bajo, y son además, los más descuidados. El muro trasero es mediano con la tercera fila de cottages que dan del lado opuesto a la calle, y producen un alquiler menos elevado que la primera fila, pero más elevado que la segunda.

Sobre la forma de la escritura
-Repite una forma de presentar lo que narra que va del exterior (como apariencia) al interior (como verdad): la ciudad de lejos brilla, pero de cerca apesta; desde lejos de ve bonito, pero al acercarse es inmundo; por afuera está bien, pero el patio es un chiquero.
-En la reunión se discutió acerca de los modos de acercarse a este tipo de situaciones: ¿denuncia? Esta, además de gastada, supone reducir la escena a la “alienación” o la “dominación”. ¿Cómo poner de relieve las capacidades, la “politicidad” –si es que puede hablarse de tal cosa, o si es que al menos está como intuición- en contextos de explotación? ¿Posibilidad de emplear otros recursos? En Engels, puede pensarse la acumulación de detalles y la apelación a lo sensorial.
-Llama la atención que es muy sensorial: describe los olores, los colores, las texturas. Describe los sabores de la comida de los proletarios. Figuras de bestialidad: la imagen de los cerdos compartiendo el hábitat humano. Ejemplo:
Los cottages son viejos, sucios y del tipo más pequeño: las calles desiguales llenas de baches, en parte sin pavimentar y sin alcantarillado; por todas partes una cantidad considerable de inmundicias, de detritos y de fango nauseabundo entre las charcas estancadas; la atmósfera es irrespirable por las emanaciones, ensombrecida y pesada por el humo de una docena de chimeneas de fábricas; una multitud de niños y mujeres en harapos rondan por esos lugares, tan sucios coma los cerdos que se arrellanan en los montones de cenizas y en las charcas. En suma, todo este rincón ofrece un espectáculo tan repugnante como los peores patios de las orillas del Irk. La población que vive en esos cottages deteriorados, detrás de ventanas rotas sobre las que se ha pegado papel engrasado, y las puertas hendidas con marcos podridos, incluso en los sótanos húmedos y sombríos, en medio de semejante suciedad y hedor infinitos, en esa atmósfera que parece intencionalmente reducida, esta población debe realmente situarse en la escala más baja de la humanidad. Tal es la impresión y la conclusión que impone al visitante el aspecto de este barrio visto desde el exterior. Mas, ¿qué decir cuando se conoce que, en cada una de ésas pequeñas casas, que tienen a lo sumo dos piezas y una buhardilla, a veces un sótano, viven veinte personas, que en todo ese barrio no hay más que un retrete -casi siempre inabordable desde luego- para unas 120 personas, y que pese a todos los sermones de los médicos, pese a la emoción que se apoderó de las autoridades sanitarias durante la epidemia de cólera, cuando descubrieron el estado de la "Pequeña Irlanda", todo está hoy, en el año de gracia de 1844, casi en el mismo estado que en 1831? El Dr. Kay relata que, no son solamente los sótanos, sino también la planta baja de las casas las que son húmedas; él explica que hace tiempo cierto número de sótanos fueron rellenados de tierra, pero poco a poco ésta se ha extraído y ahora son habitados por irlandeses. En un sótano con el piso por debajo del nivel del río -el agua brotaba continuamente de un hueco de desagüe tupido con arcilla, hasta el punto en que el inquilino, un tejedor manual, tenía que vaciar el sótano cada mañana y echar el agua a la calle. (…)
En esa región encontré un hombre que parecía tener unos 60 años de edad y vivía en un establo; había construido en un hueco cuadrado sin ventanas, ni piso pavimentado, una especie de chimenea, había instalado un camastro y allí vivía, y como el techo estaba deteriorado se mojaba cuando llovía. El hombre, demasiado viejo y débil para poder tener un empleo regular, se ganaba el sustento transportando estiércol y otras cosas en su carretilla; un lagunajo de agua de estiércol llegaba casi hasta su establo.
-Estrategia de acumulación de detalles (numéricos y sensoriales) para dar una imagen global que capte un estado de situación que, al menos cuando escribe, no parece poderse resumir en uno o dos principios teóricos.



domingo, 15 de abril de 2012

"Un tornado arrasó la ciudad..."

(Encuentro de “Hacer Ciudad” del sábado 7 de abril de 2012)

*La ciudad parece ser narrada desde o por las “catástrofes”. Estas se erigen como “punto de verdad” de la ciudad, de los modos de vida y de la gestión de la ciudad… (Cromañón, Luis Viale, Indoamericano, Once, la tormenta de inicios de abril). La catástrofe habla, claro, de la tragedia y de la muerte. Pero nos devuelve también a nuestras condiciones reales de vida en su máxima crudeza: en el trabajo, en el transporte público, en relación a las fuentes de energía, en los espacios de recreación, en la vida de los barrios (Más allá de las zonas geográficamente más afectadas, los coletazos de temporal no pegan igual en todos lados: no es lo mismo los barrios de clase media con chalet sin tejas que las casillas desmoronadas por completo). La precariedad y la fragilidad como paisaje común. Entonces: ¿las catástrofes como inversión de lo habitual o exacerbación de lo ya caótico? Por lo tanto si es un gesto político importante enlazar las “tragedias” no como accidentes sino como parte de un plano común de precariedad, ¿no necesitamos activar los reflejos políticos, para no dar cuenta de la misma solo a partir de su peor cara? ¿Puede haber un escenario anterior de enunciación que no sea la muerte?
 
Nos interesa el punto de vista de la excepción. De la excepción del finde largo como éxodo turístico al drama del temporal ¿Qué pasa cuando “no hay luz”? Desenchufado el hombre eléctrico ¿que clima se genera? Situaciones de anormalidad, de oportunidad, de suspensión… El conurbano a oscuras: imagen de far west que queda como flotando en el imaginario mediático; escenas de sálvese quien pueda; suspensión de la “vida civil”. Impasse también de la condición de consumidor (“tengo el freezer lleno”, “el plasma está ahí y no los puedo usar”).

*La tormenta también evidenció nuestro “no saber” en lo que refiere a la gestión diaria y cotidiana de aspectos básicos de nuestro entorno urbano: no sabemos levantar unas chapas, arreglar un techo, reparar destrozos materiales, recomponer la luz, tirar cables... Más patente se hace desde lo generacional; pero, al mismo tiempo, son pibes aquellos que levantan las casas y torres diseminadas por toda la ciudad. Entonces, lo que hay es una especialización de los saberes, una lógica de expertos, que nos ata a la ayuda de otros. Sin deseos de rebobinar ninguna historia, pero si escapando al fatalismo de recurrir a la oferta de servicios mercantilizados, nos preguntamos que otras maneras de habitar la ciudad existen.

* Igualmente sí aparecen ciertos saberes de moverse en el clima de excepción. Desde formas de auto-organización barrial (armar cuadrillas de amigos, familiares, vecinos, etc. para ir limpiando y arreglando las casas, cuidar a los nenes, organizarse para salir a comprar y conseguir cosas, cuidar la zona). Pero también saber moverse en el clima de bardo y escenario confuso (armar una bandita y salir a rescatar algo, ir a hacer lio a la municipalidad o la comisaria, saber por donde andar y de qué o quiénes cuidarse y a quién aprovechar, etc.). También esta es una dimensión de un “saber” urbano (más o menos cotidiano).

* La catástrofe nos dice mucho sobre las tramas de gestión de la normalidad/excepción. La Muni, Edesur, las empresas de servicios, los hipermercados o proveedores, las (mini) empresas a las que Edesur acude tercerizando trabajos, las fuerzas de seguridad… Todo un entramado de gobierno de la vida y de la ciudad que se funde, se confunde. En la catástrofe se “blanquea” esa trama indistinguible de mecanismos e instancias de gestión concreta de la existencia.

* Cada catástrofe conjuga estas dimensiones. Tragedia por pérdidas. Algunas irreparables, otras reparables. Se revela la perdida de saberes y la constitución de otros. La excepcionalidad puede ser un punto de vista sobre la normalidad y viceversa. En cada una de las catástrofes se activa el miedo y el punto de vista del control. Desde la “gripe A”, hay que tener cuidado con los estornudos en público. Ya no se viaja tanto en tren (o se viaja dejando más libre el primer vagón). ¿Surge, ahora, el “miedo a los árboles o postes de luz”? Pero también irrumpe la pregunta a que nos habilita el miedo (la potencia del “estar jugado”). Si se cierra la canilla del flujo de imágenes o noticias radiales, ¿que miedo se activa con el miedo de los otros, del de los anillos del poder sobre aquel de los mas afectados con el temporal?

* La catástrofe habilita un escenario de crisis “pero sin crisis”. Saqueos, pillaje, pero en contextos de no escasez (no es el 89, ni el 2001).
Esto se liga a una situación actual de violencia en los barrios (y, por ejemplo, en las escuelas), maltratos, peleas entre bandas, quilombos barriales, pero en un marco de relativo bienestar económico o de acceso al consumo. La precariedad de época no es un problema económico, de repartija de bienes, o por lo menos, no es su ADN fundamental. Nos preguntamos entonces: ¿Cuál es?

* En Merlo hubo represión policial. ¿A quién? A los vecinos que protestaban por haberse quedado sin luz. Se escuchó mucho la demanda de “seguridad” en medio del caos.

* La “subjetividad” (o el impulso, el modo…) que te lleva a un “saqueo” o ir a robar o romper algo, a sumarse al ambiente de bardo ¿es la misma que la subjetividad consumidora? ¿Es su reverso directo? ¿Se trata del mismo impulso crudo y sin elaboración del sentido que pone en juego el consumo solo que ahora despojado ropajes morales, de cauce y rumbo, de reglas y modales civilizados? ¿La banda de pibes “descontrolados” al fin y al cabo no “literalizan” los lemas publicitarios (el “solo hazlo” o el “imposible es nada” de Adidas y Nike…)? Dos caras de una misma moneda, dos tonos de una misma predisposición de época…

* ¿Hay, en este ir a fondo de los pibes—consumidores—vándalos, una especie de “profanación” o desacomodo, de hecho, de los lugares establecidos? ¿Solamente se vincula con una demanda de recursos? ¿No podremos encontrar un componente lúdico, transgresor? ¿Hay algo de politicidad ahí? (Veremos más adelante algunas preguntas que aparecen en torno a la politización).

* Con respecto a lo mediático: el microclima mediático se desentiende del temporal/tragedia. Del tiempo de la excepción. Por un lado, en las tapas y pantallas, en las radios y los discursos, el “caso Boudu”… Desenganche tremendo del microclima con el pulso de la calle durante estos días: salir a buscar velas; comprar en los chinos linterna en mano fideos y arroz; correr ramas de la puerta de la casa; dar vueltas por ahí a ver si alguien sabe cuando vuelve la luz; señalar con cualquier cosa a mano terreno peligroso, donde hay postes caídos o por caer; comerciantes que dudan ¿abro? ¿Cierro? ¿Alquilo un grupo electrógeno? ¿Tiro todo? Ni hablar de barrios donde “no quedo nada”. Que decir de las menciones durante las transmisiones de fútbol, spots donde mostraban el despliegue del Estado, junto con avisos de los clubes recibiendo donaciones, y los comentarios de los relatores…). ¿Decisión transversal –y cálculo gubernamental- de “aquietar” un poco el clima?

* Por otro lado: el temporal (y el paisaje de corte de energía que dejó) provocó una suspensión de “lo mediático”. El barrio, las manzanas de al lado, o el barrio vecino, eran el mundo próximo conocido (no había muchas más imágenes del “más allá” del mundo próximo).  ¿Qué posibilitó esta suspensión, qué se dio ahí? (¿El diálogo con vecinos siempre postergado por la rutina y la vida “normal”?)

* Una pregunta fundamental emerge desde la excepción o situación anormal: ¿Se quiere volver a la normalidad? ¿Qué significa la normalidad, de qué está hecha? ¿Se puede discutir y abrir preguntas, desde la catástrofe, sobre esa normalidad?

La tragedia obliga a “recalcular”. Qué pasa si nos posamos sobre ese paréntesis y desde ahí habilitamos todas las preguntas y el pensamiento…

* ¿Qué se activa, qué sucede tras la catástrofe? ¿Sirve hablar (o invocar, postular, descubrir) de politización? ¿Qué es “politizar” esta serie de catástrofes?
Lo que sabemos es que se despliegan diferentes lógicas de cuidado ante estas situaciones. Y que vale la pena distinguir ahí. No es lo mismo la secuencia que habilitan las empresas, las ffaa en las calles, los municipios, que las estrategias y movidas que despliegan los habitantes, las organizaciones (espontáneas o que ya hay), las bandas que se arman tras la catástrofe.

¿Puede decirse que se trata de “politizaciones” o “politicidades” muy ambiguas, que no son “acumulativas” (con el próximo ventarrón, ese gesto o movida puede volarse y ya…), ni tampoco “resolutivas” (capaz que no se “proponen” resolver nada, ni instaurar o dar curso a “demandas”)?

¿Es posible que estas experiencias se acumulen según un paradigma de lo discontinuo, por fuera de los esquemas de representación, y por eso tan difícil de pensar, por el cual la propia excepción recupera en acto una memoria de excepciones pasadas, y comunican sus saberes a las poblaciones que más intensamente coexisten con la excepción?



viernes, 13 de abril de 2012

BATALLAR CONTRA LO INTOLERABLE!!!!!

 30 de marzo en Luis Viale

El pasado 30 de marzo nos juntamos en el ex taller textil clandestino de la calle Luis Viale, donde hace 6 años  en un trágico incendio murieron trabajadores adultos y pibes.  La fecha  se ha vuelto célebre, mientras nosotros "no olvidamos", otros desaperciben el asunto. Éramos pocos: rostros que reconocemos; rodeados de activa indiferencia, de hostil pasividad.  
Estar  - de nuevo - frente la fachada del edificio que fue un taller clandestino en medio de casas de un barrio de clase media, entre Villa Crespo, Flores y Paternal volvió a impactarnos, a movernos. Es como si toda la ciudad estuviera tejida de este tipo de 
situaciones de precariedad, de súper - explotación (talleres, trenes, boliches...), y sin embargo pareciera que sigue funcionando todo de alguna manera, hasta que alguna catástrofe nos recuerda que pareciera que no todo anda tan bien…


Somos problema, afuera no hay nada

Compartimos una impresión: la acusación, la denuncia se queda a mitad de camino, es insuficiente al momento de pensar una intervención (acusamos a los vecinos de fascistas, les pedimos al estado justicia, denunciamos a la justicia de corrupta y cómplice, nos indignamos de la complicidad de la embajada boliviana...). Esto, claro, no quiere decir que la denuncia no sea necesaria e incluso indispensable, pero no alcanza para problematizar el asunto.  La acusación es un modo de evitar asumir hasta qué punto estamos involucrados en la maquinaria que produce estas catástrofes y que nos fuerza a un tipo de vida que querríamos modificar, rechazar, sin saber bien cómo hacerlo. No queremos solo juzgar, sino comprender los miedos y las angustias nuestras y de los demás.
Cuando se expone Luis Viale aparece el miedo a perder el trabajo, la precariedad de modos de existencia, de nuestros modos. No es fácil asumirlo, hablarlo, compartirlo. Este es para nosotros un punto de partida que muerde en la realidad. Y en esta línea nos preguntamos ¿Qué quiere decir, en este contexto, "hacer justicia"? La causa judicial de Luis Viale está parada, dormida, archivada esperando su caducidad. Como otros episodios por el estilo, las fuerzas que protegen estos negocios son más rápidas, cínicas, y eficaces que la de las victimas que las denuncian, lo sabemos…

No podemos seguir creyendo que "hay solución" a estos problemas. No las hay, ni "solución", ni "justicia". Insistimos que esto es un punto de partida y no de cierre; no hay acá resignación, nos proponemos replantear el problema, enunciarlo de otro modo. Intentamos, colectivamente una manera de producir enunciados que eludan una existencia empobrecida, mutilada, enclaustrada, como las que nos proponen. Para eso es fundamental admitir que tenemos un problema, difícil, en lo personal, en lo colectivo y en lo político. La situación nos exige pensarla, narrarla de otro modo. ¿Es posible contar nuestras vidas desde eso que ya no toleramos, desde eso que queremos cambiar? A veces parece que solo las catástrofes tienen esa capacidad narrativa. Ellas cuentan la ciudad de otro modo. Cromañón, Once, Indoamericano, Luis Viale, etc. Pero la tragedia también obnubila, entristece, aterroriza. Nos fija en el relato de las muertes ¿Cómo narrar el cotidiano a partir de las vidas, sin esperar más tragedias? ¿Cómo abandonar la ilusión de las soluciones? (esto que - de seguro - no podemos hacerlo solos).

Parece que si no replanteamos todo esto nos quedamos aislados, solaris, sin poder decir lo que se siente ante la violencia de los territorios, de los trabajos, de los transportes, de la ciudad, de nuestras vidas. ¿Quién se anima a cuestionar que el "desarrollo" al que asistimos hoy tiene como supuesto, como condición y como implícito estas realidades ante las que callamos, indiferentes? ¿Cómo hablar de esto si sentimos que no contamos con alternativas? ¿Con que lenguaje hacernos entender? Y al mismo tiempo, ¿Cómo hacer para adaptarnos a estas situaciones que nos violentan tanto? Nuevamente, el malestar es punto de partida y no de resignación.

No se trata, entonces de hablar solo a los vecinos de flores, del  Indoamericano, sino a toda la ciudad, incluidos, como estamos, en ella. Involucrados. Movernos con nuestras contradicciones. Somos parte del problema y tal vez de la problematización. Al no pensar como víctimas podemos colocar en el centro lo que rechazamos, lo que activamente no queremos, podemos aportar a abandonar todo calculo moralista en el discurso (no nos sentimos los "buenos" denunciando a "los malos").

Estamos ante un PROBLEMA. ¿cómo lo planteamos? ¿Cómo lo
llamamos? ¿Qué nombre tiene? Este problema habla de nosotros y nos
habla a nosotros ¿qué hacer?


Hacer ciudad ¿Qué hacer?

Esa vieja pregunta leninista pide re-actualización. Pregunta existencial porque brota de la propia vida, de las incomodidades, de las molestias, de la observación de fuerzas que piden paso, de la imaginación colectiva, de las conversaciones, de los impulsos vitales; de los problemas que tocan la materialidad de las vidas ¿Qué hacer? Inquietud que nace de la caída de las ilusiones, que no promete redención. Qué  hacer es la pregunta bisagra entre la impotencia y  una fuerza que busca formas de combinar elementos que se han desmembrado. Extraña pregunta o pregunta que nace del extrañamiento?. Frecuentemente cuando preguntamos suponemos una respuesta, respuesta anidada en el pasado, en un encadenamiento causal. Preguntamos hacia atrás  (a la historia, a las biografías, a hechos traumáticos o estructurales, a supuestos responsables.) o preguntamos hacia afuera (al experto, al estado). Se trata aquí de una pregunta cuya respuesta se verificará en la propia práctica de las relaciones y en la materialidad de la existencia. Se verificará no en la solución al obstáculo que dio origen a una experiencia sino en la ampliación de nuestro poder sobre las cosas. Se verificará en mejores y más precisas reformulaciones de los problemas y en la creación de territorios y nuevas preguntas que abran incesantemente tareas, acciones, nuevos qué haceres.

Punto de partida: Nos juntamos buscando un nosotros, para tantear ganas y batallar contra lo intolerable.   

Entrevista a Cristian Ferrer (La Mar en Coche FM La Tribu)
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