Vecinocracia

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martes, 9 de octubre de 2012

Notas a propósito del desalojo de Kasa Pirata

Por los amigos del 
Club de Investigación Urbanas 

¿En qué Rosario queremos vivir? 


El desalojo de Kasa Pirata está atravesado por muchas aristas: tecnicismos, legalismos, atropellos, matufias, prejuicios, operaciones mediáticas, escrituras propietarias endebles, proyectos inmobiliarios, pero básicamente refiere a las consecuencias implacables de un modelo de ciudad que se viene gestando y consolidando a través de un entramado complejo integrado por el sector inmobiliario y el Estado en la última década en Rosario.

El desalojo y la expulsión en Kasa Pirata, es la manera en que el capital inmobiliario, en connivencia con la Justicia, responden a experiencias que amenazan con salirse de la lógica de la ganancia y la privatización de espacios y territorios. Se suman también las voces mediáticas de un segmento de la ciudadanía obnubilada –al modo de turistas de fin de semana- con la belleza céntrica de Rosario, que repudian este tipo de movimientos culturales y sacar a relucir prejuicios de diversa índole.

De esta manera, a la búsqueda colectiva que impulsaba la Kasa Pirata, a partir de su integración al barrio y el establecimiento de ámbitos cooperativos con otras experiencias culturales, productivas y políticas, se le responde con la judicialización, la represión y la violencia simbólica. Caso testigo de lo que crispa a los poderes privados, estatales y mediáticos.

Queremos detenernos en un punto: en el barrio las opiniones parecen dividirse entre unos vecinos escandalizados por la apropiación “ilícita” hecha por un grupo de jóvenes que, dicen, no respeta la propiedad privada, consumen “sustancias tóxicas” y provoca ruidos molestos, y otros que resaltan que se trata de pibes sanos y solidarios que al menos evitaban que se viniera abajo y llenara de mugre y malandras ese inmueble. En otras palabras, un prejuicio criminológico y una aceptación sanitaria. Desde nuestra perspectiva, es indispensable salirnos de ambas posiciones, en la medida en que en las dos –más allá de las diferencias de contenido- subyace una mirada moralizante (en el primer caso de manera escandalosa), despectiva, de este tipo de emprendimiento colectivos protagonizados por jóvenes. Valorizamos, en cambio, experiencias como Kasa Pirata porque justamente ponen en escena otras formas de comprender –desde una perspectiva generacional- la noción de “propiedad”, tanto como del trabajo, la cultura, la producción, o en términos más generales, nuevas formas de la vida urbana en común. Para los vecinos asustados, hay que cortar de raíz la experiencia; para los otros, puede perdurar, siempre y cuando no se ramifique.