Vecinocracia

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domingo, 20 de noviembre de 2011

INVITACION


En el marco de las jornadas 10 años de 2001

Jornada: Inmigración Descontrolada, Invisibilización Controlada

Miércoles 7 de diciembre, 19hs

INVITACION

Presentacion del libro “Vecinocracia”, del colectivo Hacer Ciudad

Álbum de Familia

Cortos audiovisuales

Mapa conceptual a partir de los acontecimientos del Parque Indoamericano

 

            La historia de las migraciones es larga. Todas nuestras experiencias actuales están precedidas por estos movimientos en los que se ponen en juego, al mismo tiempo, necesidades, afectos y deseos de libertad. La crisis política y social de 2001 desencadenó un proceso masivo de migraciones y desplazamientos territoriales que transformaron la geografía urbana: desde acá hacia Europa, entre los distintos países y zonas de la región. Muchos se fueron, otros prefirieron quedarse o no pudieron irse, y muchos otros llegaron para instalarse. Eran tiempos inciertos, tanto para quienes se movían buscando nuevos horizontes y posibilidades, como para aquellos que se quedaban inventando formas comunes de atravesar la crisis. Los cacerolazos y asambleas, los piquetes y las formas económicas alternativas, las redes y el trueque, fueron ensayos que están en la base misma de la “estabilidad” actual. .
            La toma del Parque Indoamericano fue un breve estallido que reveló una capa de la realidad social que es actualmente incluida a condición de ser invisibilizada.
            Buena parte de la estabilidad y el consenso social actual, que se manifiesta como racismo y deshumanización respecto a un “extraño”, al que se teme cuanto más distinto se lo caracteriza, puede vincularse con aquellas formas de desconfianza y temor.  Limitar el pensamiento en torno al migrante como una pura amenaza de rapiña permite, entre otras cosas, hacer un cálculo mercantil que aprovecha la rentabilidad de la ilegalidad y de la desesperación, para capturar su fuerza vital en función de la estructura que lo solicita y explota.
            Para nosotros, el término “inmigración descontrolada” abre un conjunto de preguntas que abarca la complejidad latente en la ciudad: la demarcación de derechos entre quienes son “vecinos” y quienes no, las de control y descontrol, las lógicas de segregación social y espacial, las imágenes progresistas simplificadas que circulan sobre el concepto de igualdad.
            La consigna “inmigración descontrolada” propone, en su sentido negativo, “invisibilización controlada”. Lo que buscamos, en cambio, es considerarla en su productividad: de valores y afectos, de formas de vida e intercambio, de trabajo y creación de imaginarios y lenguajes indispensables para enriquecer nuestra existencia colectiva.

Miércoles 7 de diciembre, 19hs
Casona de Flores; Morón 2453, a metros de Artigas

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Prueba

MIGRACION

La historia de las migraciones es larga. Todas nuestras experiencias actuales están precedidas por estos movimientos en los que se ponen en juego, al mismo tiempo, necesidades, afectos y deseos de libertad. La crisis política y social de 2001 desencadenó un proceso masivo de migraciones y desplazamientos territoriales que transformaron la geografía urbana: desde acá hacia Europa, entre los distintos países y zonas de la región. Muchos se fueron, otros prefirieron quedarse o no pudieron irse, y muchos otros llegaron para instalarse. Eran tiempos inciertos, tanto para quienes se movían buscando nuevos horizontes y posibilidades, como para aquellos que se quedaban inventando formas comunes de atravesar la crisis. Los cacerolazos y asambleas, los piquetes y las formas económicas alternativas, las redes y el trueque, fueron ensayos que están en la base misma de la estabilidad actual. Pues la aparente normalidad está tejida por movimientos subterráneos que a veces nos sorprenden al momento de su irrupción. La toma del Parque Indoamericano fue un breve estallido que reveló una capa de la realidad social que es actualmente incluida a condición de ser invisibilizada.
Pero aquellas prácticas colectivas convivían con otras formas de sentir lo que vivíamos. Inseguridad y desconfianza poblaban aquél momento de incertidumbre política y aun hoy operan como base de ciertas lógicas de consumo y segmentación social. Buena parte de la estabilidad y el consenso social actual, que se manifiesta como racismo y deshumanización respecto a un “extraño”, al que se teme cuanto más distinto se lo caracteriza, puede vincularse con aquellas formas de desconfianza y temor. Porque aunque los discursos nacionalistas tiendan a igualar al inversor "extranjero" con la migración de los países limítrofes, lo cierto es que la mayoría de las veces el migrante que se desplaza dentro del territorio buscando una vida, pasa de ser extranjero a extraño y convertirse en una amenaza, en tanto encarna la frustración del ideal propio a las elites porteñas de una inmigración europea.
Limitar el pensamiento en torno al migrante como una pura amenaza de rapiña, permite hacer un cálculo mercantil que aprovecha la rentabilidad de la ilegalidad y de la desesperación, para capturar su fuerza vital en función de la estructura que lo solicita y explota.
Los migrantes producen ciudad y pensamiento colectivo, moviéndose a pie entre la feria y el mercado, por los barrios, las quintas, y las villas desarrollando, todavía aun, ese trueque de prácticas políticas, lingüísticas y culturales, en medio de un contexto conflictivo en el que se explotan esas redes como base de crecimiento económico urbano.
Pero aun así, tampoco creemos en la víctima migrante, ya que ese papel instala una relación de superioridad “paternalista” en la jerarquía de poderes establecidos. Es lo que observamos constantemente dentro del gueto y en la comunidad, bajo la idea del “pobrecito”. La imagen de la víctima lava la potencia propia del migrante para resguardar su envoltorio utilitario. Esa caracterización, que describe a los migrantes como “buenos trabajadores y sumisos”, acalla la lucha intentando evitar bloquear su afirmación para recuperar espacios de potencia y autonomía en la lucha colectiva. Tampoco queremos caer en el facilismo del crisol de razas, de la supuesta convivencia pacifica y armónica, ya que esa ficción invisibiliza la verdadera forma en que nos miramos: mediante estigmas claves como negro, villero, migración negativa, ocupa, bolita, peruca, paragua, usurpadores, y un largo etcétera. Estereotipos que son parte esencial de los complejos racistas más profundos en un proceso de guetificación y estigmatización que naturaliza y redetermina una herencia desgraciada de sumisión y explotación, muy conveniente para ciertos sectores. Por eso, es mejor coexistir pero rechazando ante todo la apariencia de heterogeneidad armoniosa que se nos ofrece y desentrañar la situación más de fondo desde la cual podríamos pensar las cosas en su su complejidad real, y así comenzar a diferenciar quiénes son los beneficiarios reales de este guardar apariencias.
Mientras las políticas neoliberales nos reajustan y acorralan constantemente, avanzando en nuestros territorios (ya sea con el cultivo de soja o la extracción a cielo abierto del petróleo, o la pivatización de dimensiones enteras de la vida) buscamos estrategias de sobrevivencia, aunque la salida a veces implique otra deuda en la que se empeña nuestro ser económico, nuestros afectos, las posibilidades políticas
Por eso, desde este arrinconamiento que nos deja, al parecer, sin posibilidad de espacio propio, proponemos pensar la toma del Parque Indoamericano -un espacio abandonado y habitualmente utilizado por migrantes, donde intervinieron lógicas políticas diferentes, practicas mafiosas y especulativas- como un modo de descifrar un entramado social complejo que combinaba situaciones de clase y nacionalidad diferentes. La simplificación de esos sucesos y su mediatización permitieron que el mote de “inmigración descontrolada” funcionara como respuesta a un hecho de desborde social. Esta forma de tratar el problema ratificó la perspectiva xenófoba que se tiene de las migraciones en Buenos Aires, y hasta consiguió su justificación.
Para nosotros, el término “inmigración descontrolada” abre un conjunto de preguntas que abarca la complejidad latente en la ciudad: la demarcación de derechos entre quienes son “vecinos” y quienes no, las de control y descontrol, las lógicas de segregación social y espacial, las imágenes progresistas simplificadas que circulan sobre el concepto de igualdad.
La consigna “inmigración descontrolada” propone, en su sentido negativo, “invisibilización controlada”. Lo que buscamos, en cambio, es considerarla en su productividad: de valores y afectos, de formas de vida e intercambio, de trabajo y creación de imaginarios y lenguajes indispensables para enriquecer nuestra existencia colectiva.